20 de julio de 2013

Un sobre pacíficamente escrito

Muy buen fin de semana a todos.
Sí, me he dado cuenta de que no es domingo, pero qué narices, en verano nadie sabe qué día es, y como se suele decir, "Si llega la inspiración, que te coja trabajando".
Y sí, así me ha venido y me ha pillado con un lápiz en la mano y un papel en la otra, así que espero que esta entrada os amenice, cuanto menos, unos 10 minutos de vuestro tiempo.

Pero cada cosa a su debido tiempo, y hoy sustituyo la introducción por un pequeño inciso. El lector tiene todo el derecho a ignorar esta parte.
Esto es un blog, escribo mis ideas y también tengo mis historias. Y para historias, he de decir que he vivido la semana más intensa de todo el año. Han ocurrido tanto buenos como malos sucesos, y en muchos aspectos diferentes, así que os pido un mínimo de paciencia con mi persona (maldita sea, hasta se me rompió mi taza de café favorita hace un par de días). 
Lo que quiero decir, es que tal intensidad de sucesos ha conseguido que se me batieran las entrañas y ahora tengo los sentimientos en la cabeza y la lógica en los pies. Todo lo que pueda decir posiblemente sean incoherencias y sinsentidos, pero lo diré con toda la razón y será completamente verídico (¡Chúpate esa, Aristóteles! ¡Tú y tu razonamiento válido!). 
En otras palabras. Posiblemente nuestro querido "Café de los domingos" publique entradas cualquier otro día. Incluso pueden ser tres, o cuatro, todas el mismo día, o de una en una a lo largo de la semana, o lo más probable: que se me olvide otra vez el dichoso blog. En cualquier caso, sí habrá una actividad más continuada. Trataré que el lector no sienta que pierde el tiempo leyendo esto, sino que saca conclusiones y disfruta de un tiempo bien amenizado con estas entradas. El primer derecho del lector es el derecho a no leer, así que, como se suele decir (con un ligero cambio verbal), el que quiera leer, que lea.
-Fin del inciso, comienza la entrada-.


Estimados individuos que mueven torpemente los hilos de mi presente y futuro,
Les escribo esta "carta" con motivo de sus recientes (aunque ya tienen su tiempo) acciones en el poder, con las que tanto dicen ustedes que velan por nosotros, por el futuro de nuestra situación. Antes de empezar, sí; han leído ustedes bien el destinatario: "individuos", ya que no es sólo un individuo quien causa semejante error en el poder, sino unos cuantos; una anglomeración de individuos de distinto origen, el cual desconozco, pero sé y mantengo con firmeza que existe, y quisiera dirigirme a ellos, por muy encima de mí que estén. 
Ustedes no hacen nada bien. Nada. Nosotros nos volvemos nihilistas porque, en efecto, ustedes no tienen nada, ni nos ofrecen nada en lo que creer, más que falsas promesas y duros problemas que (causados por ustedes) nosotros tenemos que afrontar. Estoy seguro de que esta carta no les incordiará. Ni se molestarán en leerla. La arrugarán y la tirarán a la chimenea de su increíble vivienda situada en algún hermoso lugar del mundo. Se terminarán su magnífica cena de gran calidad, apurarán la copa de vino importado, y se acostarán sin remordimiento alguno. He de decir que despiertan mi más sincera admiración al no sentir ningún remordimiento. Se acuestan, sabiendo que se alimentan de la vida y la desgracia de otras tantas personas a las que les juran un futuro próspero, y no sienten nada, mas que una inmensa satifacción personal. Ciertamente, admirable. No he conocido a ningún ser humano que sea capaz de hacer eso, realmente retorcido; les felicito. 
Pero siento traerles de vuelta a la realidad. Tal vez se acuerden de ese país al que tienen que ayudar. No está muy lejos de Suiza (últimamente, estamos siempre al lado). Ese país en el que sólo hacen ustedes presecia para hablarnos de los tiempos duros que corren, para alentarnos, para infundarnos algo de fe en el futuro y jurarnos por su sagrado sueldo que llegarán tiempos mejores. Luego se despiden montando en su coche (pagado por nosotros el Estado) con la gasolina recién repuesta (también pagada) en dirección a su vivienda. Se lo agradecemos mucho. Sabemos que no pueden hacer más. Son incapaces. Llegan, toman lo bueno, se disculpan, y se van. Es asombroso. Al menos se disculpan, un parásito cualquiera del reino animal no se habría disculpado. Admirable.
Ustedes lo tienen todo, y a pesar de eso, quieren seguir velando por este país (si es que es el verbo adecuado), mostrando su ayuda, demostrando que están ustedes ahí, a nuestro lado, haciendo todo lo posible por conseguir lo mejor para ustedes nosotros.
Sí, por supuesto que confiamos en ustedes... Pero quisiera advertirles que han cometido un error. Un gran y terrible error. Nos educaron, como a cualquier otro país civivilizado, a pedir pacíficamente lo que es nuestro. Hicieron bien, pues son nuestros derechos. Más tarde, encontraron la forma de conseguir una mayor prosperidad en su vida, aunque para ello tuvieron que cortar los alambres que sostenían y alimentaban nuestra Educación Pública, que cedió "amablemente". Entonces, nos educaron a exigir pacíficamente lo que es nuestro. Y ahora, como si de un círculo vicioso se tratase, dictan ofrecen como solución a nuestros problemas una mayor puñalada a la Educación. La limitan, limitan los derechos por los que tanto luchó, la ensucian, la recriminan, la mancillan, la prostituyen.
Y entonces, lo que han conseguido ustedes, nada más y nada menos, es que la Educación abriera los ojos. Y con ella, miles de jóvenes a los que aún no han podido convencerles de lo que ustedes hacen por este país. Ahora, nos han mostrado el camino para levantarnos y tomar, pacíficamente, lo que nos pertenece.
He de decir que casi lo consiguen. Casi nos encierran en la perdición. Casi consiguen convencernos de que era el único camino. Es irónico que sus propósitos hayan ido al revés, ¿no creen? Si aún siguen leyendo esta carta, les diré que yo, un joven cualquiera, estudio las Humanidades y Bellas Artes. Por si no las recuerdan, son esas ramas del conocimiento que casi consiguen extinguir (y que siguen trabajando en ello) y a las que tanto miedo tenían. Son las materias que han conseguido movilizarnos, las que nos han enseñado que las cosas no son como dictan los de arriba, las que abrieron los ojos hace 70 años, hace 200 años, y hace dos milenios. Gracias a las cuales, nosotros despertamos de sus somnolientas mentiras promesas, y desembocará en lo inevitable: una respuesta negativa. Una respuesta negativa de personas que nos oponemos a sus acciones, a sus reformas, a sus ideas. Una negativa a la cual ustedes siguen atacando, sin descanso; y lo hacen violando más y más la Educación.
Como dije al principio de esta carta, mis motivos eran advertirles de su error. Sé que el ser humano siempre tropieza con la misma piedra, y me sorprende que ustedes no se hayan dado cuenta de que con esa solución no les irá bien. Me sorprende su comportamiento inhumano. Cada ataque que cargan contra nosotros, los jóvenes, los estudiantes, la Educación, la negativa será aún mayor. Nos separan de la Educación, e irónicamente, nos separan del control que alguna vez tuvieron sobre nosotros. Y ahora que han llegado a este punto, no hay vuelta atrás para ustedes. No tienen nada que hacer, nosotros hemos descubierto la cortina de humo que se cernía sobre nosotros. Ahora, a cada mal paso que den, estaremos nosotros. A cada manipulación, cada estafa, cada mentira, cada sobre con dinero blanqueado, cada soborno, cada pacto oculto, cada recorte... cada prueba que demuestre que nos engañan, alimentará nuestras dudas y nuestro deseo por un cambio. Nos han abierto los ojos. Empezaron por lo peor: nos quitaron la Educación. Nosotros no seremos tan benevolentes con ustedes por reírse de nosotros desde su prosperidad. Queremos lo que es nuestro. Lo queremos ya.
Ustedes, tan mentirosos, tan estafadores, tan terriblemente dramáticos.
Ustedes, con sus actos vergonzosos, con sus manipulaciones, con sus engaños.
Ustedes, restándonos enseñanza, evitando que conozcamos su odioso sistema lleno de falsedades.
Ustedes, rompiendo familias, rompiendo futuros, resquebrajando nuestro presente, escapando impunes cual parásito sin sentir un mínimo remordimiento.
Ustedes, y les aseguro que esta será la última vez que me vayan a ver tratándoles con un mínimo de respeto (el que me arrebataron por la fuerza), no saben lo que han conseguido.

Vosotros estáis consiguiendo que meditemos acerca de "tomar pacíficamente lo que es nuestro". Somos más que un 6'5 y os aseguro que no queréis ver como cambiamos ese adverbio después de ser engañados tan patéticamente.
Estimados individuos que mueven torpemente los hilos de nuestro presente y futuro; os aseguro que este será el último sobre que vayáis a recibir.


Atte,
Manuel Riaño Martínez.

Un placer haber podido compartir esto con todos mis lectores. 
¡Que pasen ustedes un gran fin de semana!
Manu

7 de julio de 2013

¡Que viva la poesía romántica!

Muy buenos domingos y feliz verano a todos. ¡Increíble que por fin haya llegado tan esperada estación del año!
Hoy, bien entrado julio, me declaro un hombre libre. Y con libre quiero decir tener la oportunidad de escribir esta entrada en ropa interior, con un inmenso sol entrando por la ventana, disfrutando de alguna que otra brisa aleatoria, y tomando un buen helado semi-derretido de turrón con mi café. ¡Oh! Respirar hondo y que entre un vendaval de buen humor en mis pulmones mientras doy otro sorbo a mi taza. ¡Hoy creo en Dios, como bien diría Bécquer!
Y qué decir tiene, que un domingo así merece ser aprovechado. No sólo este, ¡todos cuantos podamos! No volveremos a ser tan jóvenes como hoy, al fin y al cabo. Así que, en el momento en el que usted, querido lector, termine de leer esta entrada... ¡salga fuera, leñe! ¡Que en nada se nos nubla todo otra vez!

Bien, lectores. Hoy querría dedicar una entrada a los autores románticos. No "románticos" de autores "tiernos y con mucho amor". No. Románticos del siglo XIX que hablan con hipérboles. Y todo empieza con un agradable paseo nocturno...
No hay nada mejor que dar una bocanada de aire en un puerto con la vista perdida en el horizonte marítimo, y mejor si es en medio de una noche en la que la brisa refresca y el cielo estrellado te pilla desprevenido. Son Noches de poesía, si se me permite denominarlas así. No hay mejor momento para pensar que una noche de verano.

Sólo escuchaba el rumor de las olas contra el muro del puerto. Podía oír, si prestaba atención, el crepitar de las minúsculas llamas que reducían a cenizas el cigarrillo. En medio de aquella agradable noche, por alguna razón, el viento decidió traer algo de inspiración consigo. Una agradable inspiración llena de ideas que enseguida invadieron mis pulmones y nublaron mis pensamientos más lógicos (y casi me caigo al mar). En ese caos de ideas, hubo una pregunta que, sin venir a cuento y sin una maldita razón aparente, me encendió la curiosidad, se deslizó por mis arterias, y cuando llegó a la cocotera, no encontré forma de ignorarla.
En ese momento dí por finalizado el sosiego nocturno, y ahora querría preguntar a mis lectores la misma pregunta que se me vino a la cabeza.

¿Qué dirían los románticos del XIX si nos viesen ahora?

Sí, los románticos. Todos aquellos autores que adoraban la noche. Ah, los románticos. Aquellos que tanto lucharon por una verdadera revolución. Los que volcaban su botella contra el papel para escribir. Los que lo decían todo en tan solo unos versos. Los que daban su vida por algo de poesía. Los que añoraban la libertad... ¿Qué fue de ellos? Bueno, supongo que tanto sentimiento acabó ahogándoles. Unos quisieron ser más subjetivos. Otros dejaron para siempre la bebida. Y otros fueron románticos hasta el final, como lo fue Larra.

Pero, ¿sabéis qué creo que harían si nos viesen?
Todos ellos observarían, impotentes y tristes, un mundo realista que no da lugar a las ensoñaciones. Un mundo que busca, ciego, razones para una revolución cuando tienen más que de sobra (y, al fin y al cabo, ¿quién necesita razones para una revolución?). Un mundo donde se dejó de buscar la libertad para dar la espalda a los sentimientos. Donde formar parte del día a día, aferrarse al trabajo, evitar caer en lo antisocial... pasó a ser la "libertad". Y entonces, sentí cómo Espronceda empezaba a gritarme dentro de mi cabeza, frustrado, casi sacudiéndome por los hombros. Tenía ganas de agarrar un barco y huir, de escupir algunos versos, de gritar a todos que la vida es demasiado corta para vivir sin poesía. Que, al fin y al cabo, la única esperanza que le queda a este mundo somos nosotros, los que aún no hemos caído en la trampa de la realidad, a los que se nos enciende de vez en cuando la llama del Romanticismo, a los que aún se nos permite tener sueños: los jóvenes. Y entonces, nos llega ese sentimiento... Cuando nuestras entrañas se contraen y una vaga sensación similar al miedo (el miedo ancestral de separarse y partir, el misterioso recelo a conocer lo nuevo) nos recorre la piel y nos tortura, y todo nuestro cuerpo angustiado siente, como si fuese nuestra propia alma gritando, un inexplicable deseo por sentirnos de otra manera.

Algo ha ido terriblemente mal y son en estos momentos que nos brinda la vida en los que uno se da cuenta. Necesitamos esa libertad, necesitamos tomar esas decisiones que el alma nos pide a gritos, escucharla, darnos cuenta de que los latidos de emoción contenida al hablar de esta libertad ensordecen el silencio.
Necesitamos volver a ser románticos, necesitamos poesía, necesitamos volver a tener ganas de vivir. Y lo necesitamos ya.

¿Qué pensarían los románticos?
Las opiniones son siempre bienvenidas.
¡Feliz domingo a todos!

Manu