29 de septiembre de 2013

El día ha llegado.


Pues sí, amigos. Esto es un blog, y a pesar de que últimamente está tomando una dirección hacia la poesía, hoy me tomo la libertad de hacer una entrada para despedirme.
El día que tantos años llevamos temiendo, ha llegado. Nuestros caminos se separan, más de lo que querríamos. Sabemos que últimamente ya estaban bastante dispersos, pero no tanto como lo estarán a partir de ahora.
Soy yo el que se va y al que le encanta montar dramas, ya sabéis que a mí el teatro siempre me encantó. Si tuviera que nombrar o recordar cada momento con cada persona para despedirme de ella, ni todas las entradas de este blog podrían aguantarlo. Y sería injusto, pues la persona de la que me quiero despedir en esta magnífica entrada siempre acompaña mi nombre en cada firma de este blog.

Llevamos unos cuatro años con este blog y cinco años tomando un café cada domingo (en plural, porque este blog, aunque últimamente no lo parezca, es cosa de dos). Aún recuerdo la primera vez que decidimos ir a tomar un café un domingo por la mañana. Es más, aún recuerdo cuando este blog iba a llamarse "Copita nocturna". No éramos más que dos críos de 13-14 años con mil y un proyectos en la cabeza que se mezclaban con alguna que otra idiotez y locura, locos por Green Day y cuya única meta era formar una banda de rock.
Y si retrocedemos unos tres años más en el tiempo, habría que decir que nos llevábamos de pena, nos odiábamos y no podíamos ni vernos.
No sé ni cómo empezó ni el porqué, pero fuimos hermanos cuyos apellidos se hicieron famosos y pasaron a la posteridad.
¡Y las vueltas que da la vida! 

  Nuestros magníficos 13 años.
 
Parecía que lo teníamos todo: una merienda después de una jam session los viernes, un whisky los sábados y un café los domingos. Fuimos los mejores, cada semana nos coronábamos.
Teníamos todas esas autopromesas y proyectos de cara al futuro, inocentes de nosotros. Tal vez no debimos quemarlas en la hoguera de San Juan, el destino lo habrá entendido mal para que se hayan torcido las cosas...
Y bueno, luego llegó esa abominación llamada Bachillerato que nos fue separando poco a poco, distintos grupos de amigos, distintos horarios... pero el café no faltaba nunca. 
No sé ni qué nos pasó, pero poder vernos un día a la semana pasó a ser un mérito. Abandonamos la página, llegó la nueva generación del Whatsapp (ese endemoniado invento), nos llegaron los novios y las novias, alguna que otra pelea en los grupos, y, cómo no, esa zorra llamada PAU que nos limitaba el contacto.
Y ahora, nada. Ahora es cuando me voy yo y la universidad nos empieza a absorber a cada uno por su lado. Parece que este año ha sido una adaptación al cambio al vernos tan poco. ¿Pero ahora qué? Ya no hay "igual nos vemos hoy". Tanto tiempo sin pasar una semana juntos y ahora hay miedo de no cruzarnos más. Que es normal, que habrá más amigos y que mantendremos el contacto, como siempre (la generación Whatsapp lo permite), pero sinceramente, a mí me sabe mal haber acabado este año con tan pocas dosis de ti. Que si pudiera, pues pagaría por repetir un par de años de la ESO y volver a la vida en la que fuimos reyes, éramos idiotas y éramos felices con ello. 

Pero en esta entrada no te quiero decir nada de esto. Es más, lo contrario; que ante todo, siempre has estado ahí, como se suele decir entre amigos, pero me juego un brazo (siendo guitarrista) a que pocos lo dirán tan en serio como lo digo yo ahora. Te deberé mil disculpas y cien cervezas, pero un millón de abrazos, de cafés, de "¡chócalas!", de risas a gritos, y un laaaargo etcétera.
Me has aguantado hasta el final sin mandarme a tomar vientos (ambos sabemos que los dos tendemos mucho a hacer eso). Que 7 años después has seguido ahí, mutando en plena pubertad conmigo, dándonos a la mala vida y siendo increíblemente responsables estudiando (no; sabemos que no, y era lo mejor).
Nuestro propósito para este blog era amenizar los domingos a todas aquellas personas que se sintieran como el propio domingo, de vacío existencial, al igual que nosotros. Hemos vencido las peores resacas de nuestra vida para bajar a una terraza, tomar un chupito de zumo de naranja y un café, y ponernos a escribir como condenados.
Te deberé 10 millones de gracias por haber estado siempre a mi lado, y ahora que empieza este año, pocas oportunidades me quedan (ya sabes que siempre fui nostálgico y retrospectivo; algún día la vida me las pagará).

Yo, desde el sur, te deseo lo mejor en el norte: mucha fiesta, muchos amigos, y muchas otras cosas que no debería citar aquí, pues es un blog público (guiño guiño, codazo codazo, risa de Jim Carrey).
Y que cualquier día (y las tengo apuntadas) debemos cumplir todo lo que dijimos hace 3 años; así que prepárate para un Camino de Santiago, compra un mapa de España en el que empezar a marcar Comunidades Autónomas, prepara otro viaje a Irlanda, y el resto ya te lo iré diciendo.
Que han pasado años y mucho tiempo, pero yo te quiero como a nadie. Eres la mejor hermana que se podría tener, siempre estarás invitada a donde quiera que esté, aunque llegues tarde, y sólo te pediré que brindes a mi salud alguna vez por todos esos días (y sus respectivas y vergonzosas fotos) que pasamos juntos, o simplemente por la fiesta que llevamos siempre encima.


La pubertad nos ha dado fuerte, ¡míranos que guapos!

Así que, caminos diferentes, nos volveremos a ver más que seguro, pero echaré de menos tenerte al lado. No soy de decir tanta memez junta, y menos en un sitio en el que me pueda leer cualquiera, DAMN YOU, CRIS.
Siempre tendrás un hermano perdido por el mundo disponible a un café.

Te quiere mucho, te echará de menos, y seguirá vivo, respirará y sus conexiones neuronales harán lo que puedan,
Manu



25 de septiembre de 2013

La nada infinita de todo.

Mi más breve lenguaje
para decirte y nombrarte
cada una de las demencias
que mi vacía cabeza
sería capaz de cometer
si durante un "casi" te pudiera tener:
Nada, nada de todo.
Nada,
como la nada que sabe Sócrates
como la que nadie conoce,
la que puebla mentes ignorantes;
la nada post-mortem.
Una nada. La nada infinita.
Infinita, al fin y al cabo.
Infinita,
como son la demencias que cometería
por un "casi" a tu lado.

Manu Riaño.