12 de septiembre de 2014

Una atracción sobrevalorada y una fuerza infravalorada

Entro en mi habitación, sabiendo que esta noche me espera discutir.

-No es mi noche.
-Ni tu día, ni tu semana, ni tu mes, ni tu año...
-Bukowski era un gilipollas, déjalo.
-Ya, y tú estás borracho.
-Ya.
-Eres un quejica, un jodido despojo humano que cree destacar en una pseudo-importancia social por el mero hecho de aferrarte a una serie de poetas malditos. Venga, dime, ¿cuál fue tu guerra, Hemingway? ¿O acaso hoy eres Dos Passos?
-Coño,  ¿desde cuándo se necesitan excusas para quejarte? Mira, Bécquer era un maricón mimado y victimista, pero ahora todos veis poesía en las "pupilas azules" ajenas. No me jodas, la literatura es un fraude.
-Como si tú aportases algo a la literatura.
-La literatura no debería tener nombre.
-Llámala amor, llámalo drama, llámalo esquema sociopolítico... Lo único que nos queda es la poesía.
-Ja. Ahora la poesía es una mierda mal rimada por quinceañeros. Miguel Hernández se habría hecho franquista si os tuviese que leer. El amor es una mentira sobrevalorada y bien diseñada para que el "vivir felices y comieron perdices" sea la meta de nuestra vida.
-Claro, porque tú tienes meta...
-¿Con apenas veinte años? No me jodas.
-Tú lo que eres es un gilipollas que por estar viviendo una mala noche se cree un escritor tremendista que puede escribir una mezcla de comedia negra y novela maldita.
-¿Tú cómo cojones lo haces?
-¿Qué?
-Vivir de forma intermitente por y para una sola persona. Aburre. ¿Cómo puedes creer que puedes vivir así?
-El cariño existe, ¿sabes?
-No. No existe. Es el panem et circenses de los libros, historias y del día a día.
-¿Hablas de mujeres? ¿Una mala racha y ya eres un misógino?
-No. Tú te aferras a algo. A algo que te parece que brilla como una estrella. Y te crees que te puedes acercar a ella, soportar tu peso, su gravedad... Es una estrella en su más estricto y astrofísico sentido. Olvídalo.
-Nadie dice que no puedas con ello.
-No. Yo no. Es una atracción sobrevalorada y una fuerza infravalorada. ¿Qué pasa en este mundo? Parece que soy el único que no quiere arder en un jodido infierno. Cuando encuentro una estrella y me acerco... me asfixio, me quemo, me sofoco... Un caos que desemboca en una inevitable supernova cuyos restos me despellejan hasta el dolor. Tú te crees que eres capaz de amaestrarla y convertirte en polvo de estrella con ella para siempre.
-Relájate, que eres de letras.
-Hablaba de metáforas.
-Supongo que quien la sigue, la consigue.
-No, yo no quiero conseguir eso. No quiero conseguir nada, no aspiro a amaestrar una monótona fuente de luz y calor temporal que con el tiempo se apagará. No quiero fusionarme en su agobiante actividad y rutina rotatoria. Solo quiero su calor de cerca, y da gracias. Acercarme lo justo para orbitar a su alrededor.
-Vaya, ¿y ya está?
-No. No orbitar como uno más de otros tantos amantes que la orbitan, sino como un cuerpo, sú único cuerpo. Como un solo satélite natural en un planeta. Y girar sin tener que quemarme día sí y día también.
-Has improvisado un guión de mierda. Te has vuelto a creer Samuel Beckett, hablas solo como Pessoa y la realidad es que hasta Mihura se está riendo de ti.
-Yo creo que la Tierra es la amante perfecta. Ha aguantado mucho tiempo sin quemarse, ¿no?
-¿Me hablas de astrofísica, un aviso ecologista contra el medio ambiente, o sigue siendo una metáfora de tu ineptitud para apreciar un sentimiento benevolente?
-El amor no es benevolente, es una mierda esquematizada por escritores aferrados al alcohol y otras tantas drogas. Me río si me dices que Lorca no escribía borracho, o que los románticos no se bebían hasta el matarratas de su mansión. No existe, supéralo.
-Olvídame, sigues borracho.

Finalmente, dejo el bolígrafo, cansado de hablar solo. Odio discutir conmigo mismo cuando he bebido, la incongruencia puebla mis funciones simpáticas y parasimpáticas. Es mejor dormir la mona.
Pero, sinceramente... Baudelaire era un borracho. Estoy seguro de que sus poemas de amor estaban dedicados al vino.

Mañana me espera una resaca. Y me juraré, como otros tantos días, no volver a hablar conmigo mismo en mucho tiempo, cuando sé que en un par de días estaré gritando solo en el salón. Como hoy. 
Llevarse mal con uno mismo es el primer paso a la locura o a la literatura.
Pero admitámoslo, la locura se ha vuelto una moda popular entre los jóvenes... pero los que estamos verdaderamente locos maldecimos todas estas noches en las que hablamos con nosotros mismos y nos reprochamos cada minuto de nuestra existencia en las últimas horas. Y para colmo, desembocamos en la escritura de un diálogo pobre que se podría popularizar entre lectores que piensan que todas las novelas tienen final feliz. 

Mis ideas son maravillosamente estúpidas.

Manu Riaño