3 de marzo de 2013

Las dos máscaras

¡Un muy feliz domingo a todos!
Nuestra excusa son los exámenes. Segundo de bachillerato nos la juega siempre que puede. Ahora estamos en un descanso, así que hemos pensado que no estaría de más dedicar algunas palabras a nuestros fieles lectores (si hay alguien que haya sido fiel, que se dé por aludido y nosotros le dedicaremos un azucarado café). Hoy estoy solo, lectores, así que espero amenizaros todo lo posible este domingo.

Amigos, ya hemos entrado en marzo, y este estúpido y sensual sol nos pone de ligero buen humor, de alguna forma (soy de letras, no sé explicarlo). Ya llega la primavera y nos volvemos absolutamente idiotas, como si hubiésemos salido de una película de Disney. Así que, en vez de entrar en el turbio tema de la primavera, retrocederemos en el tiempo un par de semanas. Montados en el DeLorean (que es moderno y tiene un brazo para sostener el café sin que se caiga), nos dirigimos a Carnaval.


Una pequeña gota de cultura en la taza nunca sobra, y es por ello que una breve introducción no hará daño. Los Carnavales se remontan a muuuuucho tiempo atrás. Nacieron junto con el teatro (imagináos si serán importantes), y las primeras fiestas reconocidas fueron en Grecia, s.VI a. C. Eran llamadas Dionisiacas en honor a Dionisos, dios del teatro y del vino (haceos una la idea de las fiestas que se montaban los griegos). Posteriormente, en Roma, fueron llamadas Bacanales en honor a Baco (mismo dios, distinto nombre), hasta que fueron prohibidas. Pero, ¿qué pasa cuando le dices a un niño que no puede comer galletas? Que las quiere con muchas más ganas. Los romanos no fueron una excepción, y si estas fiestas fueron prohibidas porque había demasiado alboroto y comas etílicos, acabaron siendo mucho más bestias, y fueron a peor.

En estas fiestas, como sabemos, la gente se disfraza, se pone una máscara... cualquier cosa, de forma que durante un día se conviertan en una persona distinta. Las razones podían ser religiosas o simplemente diversión. El quid de la cuestión al que quiero llegar, es el disfraz. Son muchas las culturas que asocian el disfraz elegido a un alterego de la propia persona. Un disfraz bajo el cual se puede hacer cualquier cosa, ya que mientras lo lleves, no serás del todo tú. Nosotros mismos podemos experimentarlo: algunos casos en los que, involuntariamente, hacemos un gesto o comentario propio de nuestro disfraz (eso sí, recalco, involuntariamente). Los disfraces se consideraron peligrosos, ya que hubo personas que no tardaron en darse cuenta de las atrocidades que se podían hacer bajo la cara de otra persona. Hubo hasta creencias de que al ponerte la máscara, cambiabas de persona (aquí mismo está el contraste religioso o supersticioso de los Carnavales). 

Por supuesto, fueron los más inteligentes los que le dieron la vuelta a esa creencia con éste lapidario enunciado: La gente con máscara, se quita la propia. El significado está claro, pero es domingo, así que ya estoy yo aquí para explicároslo con calma. Todos vivimos bajo una máscara, siempre, cada día al despertarnos llenos de ojeras, al mirarnos al espejo (que dudamos de si somos nosotros o un zombi), al hacer nuestra rutina. Actuamos por inercia, lo que es una máscara delante del resto del mundo. Y al ponernos la máscara de carnaval, en nuestro interior ocurría lo contrario: nos quitábamos la máscara de nuestra vida en la que por fin éramos nosotros mismos y no la persona de todos los días que se vale del café. Y puede ser realmente aterrador cómo podemos llegar a ser en realidad. 


Una pequeña idea y conclusión de estos pensamientos que podemos sacar: la máscara es tan metafórica como el Belén de la Biblia. Pero sí que hemos leído algo de razón en los párrafos anteriores. No necesariamente en Carnaval, sino en el día a día. Cuando, cualquier día, a un compañero se le cae esa máscara, y ese día ves cómo es en realidad. Esto está muy relacionado con lo que llaman el aura, podemos pensar. Podemos ser todo apariencia, y ni nosotros lo sabemos.

Así se entendía, y es muy probable que razón no les falte, pero, ¿qué opinan nuestros queridos lectores? Los comentarios están abajo, ¡que parece que se os ha olvidado!


Y, para terminar... ¡Amigos! No os pedimos que vayáis por la calle arrancando disfraces a la gente. Nuestra intención era una pequeña reflexión sobre el Carnaval y su historia. Nosotros seríamos un irlandés y una jugadora de rugby, al igual que algún caballero de estos blogs sería un deshollinador propio de un musical. Carnaval es de las fiestas más antiguas que tenemos, y ya de aquellas se celebraba por todo lo alto, así que desde nuestro blog, esperamos que hayáis disfrutado de él.

Muchas gracias, ya que siempre es un placer tener lectores que nos acompañen los domingos. ¡Café a cambio de una lectura!


Manu

"El maravilloso café con leche es la honrada cocaína de los artistas." - Miguel Mihura