1 de diciembre de 2013

¡Hasta siempre, Pessoa!

Ayer se cumplieron 78 años desde la muerte de Fernando Pessoa, poeta portugués.
Con él, se fueron los grandes Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos... y unas cuantas máscaras más que se tornaron fútiles un 30 de noviembre.
Alberto Caeiro probablemente esté absorto en su vida pastoril, pesando en su infancia allá donde haya una vida tranquila y despreocupada, pensando en la felicidad renacentista, mientras que Ricardo Reis ya habrá atravesado el Hades, más lejos que todos los dioses clásicos, habrá conseguido conquistar a Venus, plantar cara al mismísimo Júpiter y aprender de Diana.
Por otra parte, Álvaro de Campos llegó a su única conclusión, y por fin se fue al infierno sin nosotros, ya que nosotros no nos íbamos al infierno sin él. Nadie le llevó del brazo, y solo dejó una cajetilla de tabaco y una carta de amor (ridícula, como no).
Pessoa nos habría contado la muerte de muchas maneras, habría creado más máscaras, y habría sentido por todos nosotros.

¿Quién dice que no seamos más que una máscara de otro poeta?

Por ello, siempre debemos recordar que Pessoa eramos todos, pero Pessoa no era nadie. Era el beso entre el Realismo y el Romanticismo, una hipérbole del Renacimiento y un clásico empedernido. ¿Quién fue Pessoa, sino un fingidor que fingió un dolor que en verdad sintió? Una sátira entre el extremo burgués y anarquista, un símbolo harto de ser sueño, la espantosa realidad de todas las cosas.
Pessoa fueron cuatro poetas independientes, Pessoa somos todos los que le sentimos aún, y al final, la única conclusión posible, Pessoa no era nadie.

Hoy, me despido de nuevo de tan gran poeta... ¿era poeta?

Manu Riaño.
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¿Qué es de lo que de mí fue?
Recuerdo vagamente
el vago no sé qué
ha pasado y se siente.

Si fue hace mucho o poco
cuando aquello pasó,
yo no lo sé tampoco,
pues ni sé qué soy yo.

Solo sé que hoy me agrada
ver aquella visión.
Sé que no veo nada,
si no es el corazón.
-F. Pessoa

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