10 de julio de 2014

La revolución entre el centeno

Hay días en los que sentimos una catatonia según nos levantamos, nos llenamos de nostalgia y nos da por echar la vista atrás y analizar todo nuestro pasado. En otras palabras, y dispuesto a hacer una introducción corta, hoy he abierto el baúl de los recuerdos, literalmente hablando.

Todos hemos vivido una época en la que nos habíamos aferrado a una idea (bueno, idea, grupo de música, libro... lo que sea) y no había manera de quitárnosla de la cabeza. Pues estaba yo echando un ojo a esas épocas fugaces de Green Day, Blink 182, el anarcosindicalismo (sin saber yo muy bien de qué iba el rollo, pero yo me apuntaba a todo), el emo-metal (sí, amigos. Sí)... Y me he encontrado con un libro que marcó un antes y un después en mi vida (y seguro que también lo marcó en otras tantas generaciones). Hablo del famoso El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger. La verdad, fue una grata sorpresa ver que no había perdido el libro y descubrir que simplemente soy un desastre para el orden. Ese icónico libro que todo adolescente joven ha leído y sintió estallar una revolución en su interior, famoso por ser relacionado tantas veces con la muerte de John Lennon, protagonista en centenares de canciones y relatos... Vaya, que menuda añoranza la que sentí al leer el nombre de Holden Caulfield otra vez.

Sin esperar ni un segundo y con la emoción en el pecho, decidí volver a leerlo.
Y qué error por mi parte.

El guardián entre el centeno es el libro donde todo empezó. Un chaval de unos quince o dieciséis años que no entiende el mundo, y el mundo tampoco le entiende a él. Un joven al que le aplastan las incongruencias de la vida y decide escapar, que se enfrenta al mundo sabiendo que este se lo va a comer. Un loco que resultó no estar tan loco. El libro está narrado desde la cabeza de Holden Caulfield: cada pensamiento, cada idea que tiene, la tenemos nosotros. Cada vez que siente la angustia de la sociedad en la que vive, la soledad que soporta, la impotencia frente a cualquier injusticia, el odio a la falsedad, las dudas de las pequeñas cosas de la vida... Nosotros lo sentimos igual. Cada vez que parece que su mente se va por las ramas y desemboca en una situación surrealista, cuando creemos que está loco, descubrimos que no es así. Esa demencia que percibimos, en verdad, nos acompaña siempre, solo que no tenemos a nadie que la esté leyendo...
Holden no quería empezar una revolución porque no sabía nada ni entendía el mundo... y aún así, los lectores que estuvimos en su cabeza quisimos empezar una revolución, sin saber contra quién, pero con la certeza de empezarla. 
Ese libro fue, para muchos, el primer libro que nos hizo levantar la cabeza... el primero de muchos.

Lamentablemente, cuando me refiero a nosotros, hablo de nuestros revolucionarios quince o dieciséis años. 

Fue un error con el que no conté. Me estoy acercando a la segunda década de edad, y por poco que parezcan cuatro años de diferencia, son muchas las cosas que cambian. Han sido muchos los autores que han pasado por mis manos, y muchas cosas las que uno ha aprendido... Mihura, Pessoa, Beckett, Yeats, Bukowski (con el que soy tan pesado, sí), Trabucchi, Capote... Llega un momento en el que, de repente, nuestro querido Holden parece un niño caprichoso y egoísta que no sabe qué hacer.
Más rabia me ha dado a mí esta situación, querido Holden, que fuiste el héroe de toda mi adolescencia, el que me hizo dar un paso al frente y conocer de qué narices va este mundo. Un héroe que, de la noche a la mañana, ha entrado en decadencia frente a mis ojos. Le he visto marchitarse, tropezar, equivocarse, pudrirse ligeramente en mi memoria. Esa revolución que había empezado hace casi cinco años se había debilitado un poco.

Cerré el libro y lo volví a guardar. Esta vez lo dejé donde más desorden hay y menos probable es volver a encontrarlo.

Amigos, a veces la nostalgia nos la juega. El pasado embellece a medida que pasa el tiempo y cada día nos parece una época más atractiva. Pero en el fondo, está bien que se mantenga simplemente como el pasado. Los recuerdos perdurarán hermosos en la memoria... no seamos egoístas y los vayamos a estropear.

Desde aquí, le mando un saludo a Holden Caulfield. Al fin y al cabo, confieso que gracias a él descubrí el whisky.

Por su antihéroe,

Manu Riaño

«La gente siempre aplaude a las cosas que no debe» -Holden Caulfield

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