15 de julio de 2014

Un día de furia

«¿Y si lo realmente difícil de la existencia fueran esos pequeños inconvenientes cotidianos?. Eso plantea Bukowski en su poema “El cordón del zapato”, en el cual sitúa la locura en todas aquellas cosas de la vida cotidiana que nos desesperan. Un cuadro torcido, una gotera, las averías del coche, la caída del azucarero, la mancha de café en la camisa, y todos aquellos contratiempos que nos sacan de quicio».

- David Noriega, La terrible cordura del idiota (Blog)

Sé de sobra que no le caigo bien a la vida, pero odio cuando me lo recuerda. Como hoy. Hoy es un día de furia en mi cabeza, como esos que todos hemos vivido alguna vez, y puedo notar la sangre hirviendo por mi cuerpo recordándome que puedo estallar en cualquier momento.

Y lo peor, como bien ocurre siempre, es que son nimiedades del día a día lo que pueden hacer que uno se vuelva loco. Puedes estar en bancarrota, haber salido mal parado de una relación, haberte roto la muñeca, hasta te pueden haber cerrado el grado que estabas estudiando... Pero saldrás adelante. Porque, en el fondo, no hay nada comparado con esos pequeños momentos cotidianos en los que soltamos algún que otro taco por instinto. Esos son los peores. Esos pueden acabar con tu salud mental. Esos pueden acabar con tu vida si la vida decide ahogarte con ellos.

Como por ejemplo, despertarte de resaca, descubrir cincuenta euros menos en tu cartera, quemarte los labios, que se te caiga la taza de café y quemarte los pies, descubrir que no tienes tabaco, bajar en zapatillas sin darte cuenta, que llueva, que te cierren el estanco en tus narices, que los bares estén cerrados por vacaciones, haberte dejado la cartera y que el camarero no se fíe de tu mayoría de edad (porque hay veces que la barba no es suficiente, al parecer), que los niños chillen, que te falten cinco céntimos porque el tabaco ha vuelto a subir, volver a casa con las manos vacías y descubrir que te has dejado el aceite hirviendo, que la fregona se rompa, olvidarte de comprar comida, que la cola del supermercado sea larga y avance lentamente, que haya una persona de avanzada edad que no sepa contar la calderilla a la hora de pagar, que se te rompa una bolsa, que te pidan un cigarro y recordar que no tienes tabaco, que siga lloviendo, resbalar, confundir el "sí" con el "no" a la hora de guardar los cambios en un documento, perder los apuntes, fallar más preguntas de lo habitual en un test de conducir, que se te haya olvidado comprar algo, que se te rompa una cuerda de la guitarra, que el bus llegue más tarde de lo habitual (y que ni siquiera llegue), pasar una página del libro que estás leyendo y esta se rompa, perder una púa, que no haya señal en la televisión, que los vecinos discutan a gritos, que la resaca no se pase, cortarte mientras te recortas la barba, que te pique un mosquito (un centenar de veces), que se te manche la camisa justo cuando acaba de salir de la lavadora, un apagón, un plato roto...

Mirándolo de otro modo, todo eso es normal. Accidentes cotidianos que pueden ocurrirle a cualquiera. Pero si la vida está dispuesta a aplastarte, lo hará, y entonces será cuando notes esa sensación ácida por tu cuerpo, brasas incandescentes en la garganta, veneno en la saliva, un terremoto en la cabeza... Sentir que puedes convertirte en un asesino sin darte cuenta. Un mero impulso causado por un mal día y acabarás volviendote un asesino psicópata y esquizofrénico.

Me lo imagino.
Hoy me lo puedo imaginar. Me imagino a cualquier amigo dándome una palmadita más fuerte de lo habitual en la espalda mientras me pregunta "¿Qué tal?", y que la única respuesta sea romperle todos y cada uno de los doscientos séis huesos de su cuerpo, disfrutar de cada crujido, estrangularle, patearle la caja torácica hasta que deje de respirar... Me lo imagino. Me volvería un homicida en tan solo una tarde, y me imagino a las vecinas diciendo en las noticias "Manuel era un chico muy normal, siempre saludaba". Me las imagino perfectamente.

Ja.
Apuesto a que muchos asesinatos sin explicación a lo largo de la historia fueron por un día de furia como este. No sé cómo sonarán las voces en la cabeza de un psicópata, pero seguro que se parecen a niños chillando, vecinos discutiendo, la anciana que no sabe contar en el supermercado, el camarero chulo que se niega a venderte tabaco, al palo de la fregona quebrándose...
Sí. Seguro que suenan así.

Todos tenemos un mal día, un día de furia. Seguro que muchos de vosotros los habéis vivido alguna vez. Hoy es mi día de furia, y las formalidades que tengo con la vida se han visto increíblemente reducidas a un mero corte de manga al cielo. Lo peor: no existen remedios contra estos condenados días. Hoy voy a hacer una fortaleza de sábanas a mi alrededor y evitaré el contacto con el mundo.
No querría volverme un asesino.

Porque esta mañana ha llovido... poco, pero ha llovido. Y no quiero saber qué ocurrirá si piso el único charco que debe haberse formado.

Manu Riaño

2 comentarios:

  1. Gracias por citar mi blog y hacernos reflexionar sobre las pequeñas cosas.

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    1. Hola.
      Te recomiento que leas todos estos autores si no lo has hecho ya, creo, por lo que escribes, que te podrían gustar. A Georges Perec ( Lo infraordinario y, sobre todo, Un hombre que duerme y Vida instrucciones de uso). La biografía sobre J.D Salinger de David Shields y Shane Palermo,el Viaje el fin de la noche y Muerte a crédito de Céline, Mientras agonizo de Faulkner, Las uvas de la ira, de Steinbeck, Los desnudos y los muertos de Normal Mailer, Submundo, de Don Delillo, 2666 de Roberto Bolaño, etc.
      Ayuda mucho.

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