21 de enero de 2015

Pensamientos airados

Me replantearía mi existencia por vigésima-primera noche consecutiva, pero ya me tengo muy visto y me aburro. No soy una persona interesante. Qué voy a decir, soy bastante sencillo.

El caso es que, tras numerosas jornadas de condenada estupidez romanticista interrumpiéndome el sueño, he alcanzado mi límite. Mi mente no es apta para cuerdos, pero tú sobrepasas la línea de estabilidad no-mental. Me abrumas, o me abrumo yo solo, y desisto en decantarme por lo que es peor. Pienso con certeza que habrá otras caras, que habrá otras gracias, que habrá otras dudas existenciales de madrugada... y cómo no, que habrá otras tantas cosas en las que ni me molesto en incluirme. Ni siquiera me veo capaz de plasmar mi amargura en tu felicidad, porque sería como apuñalar a esa sonrisa tan única y agradable que tiene La Gioconda. Cada letra que escribo es un paso más al egoísmo personal. Podría, tal vez, refugiarme una vez más en ese vidrio a rebosar de las penas aplazadas, pero estoy seguro de que no debería quebrar mi cuerpo más de lo que está mi ánima. La represión de las imágenes e ideas que sobrevuelan mi cabeza hacen que esta escritura automática que lees sea algo más premeditado de lo que a ambos nos gustaría, que tal vez no me esté ensartando a espadazos propinados al azar, sino que esté apuñalando directamente ciertos órganos cuya utilidad, con angustia y lamento, he decidido limitar a ser las sobras de las que se alimentan los perros más callejeros y sanguinarios.


Por mi cabeza entran y salen los pensamientos más airados que haya podido imaginar. La ira estalla en forma de cara de póquer mal preparada contra el espejo cada mañana, y este empieza a quebrarse por la decepción y acidez que intenta disimular una mueca en forma de sonrisa cada día.
Me maravilla la osadía de otros tantos que alcanzan la indiferencia mientras apuran una última calada de un ciagrro que puede significar el fin de sus emociones. Creo ser un arraigado tanto a la alegría como a la tristeza, confiando en su plenitud en que la experiencia me dará la mejor de las lecciones. Crédulo e ingenuo por mi parte.

Quejarse es un vicio, siempre me he dicho, pero creo que solo me quedan los vicios para subsistir.


Manu Riaño

Yo tiemblo, no temiendo la llegada de la muerte inesperada por llevarse mi corazón, sino porque no quiera bailar conmigo y me deje robarle mi último beso. Ignoro mi final, únicamente espero que tan solo quede de mí la marca de mi cuerpo en las sábanas, una desaparición inexplicable por ansias de vivir y de osar tomarle la mano a la mismísima dama del alba.

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