27 de octubre de 2013

Retrospección

¡Un muy feliz fin de semana a todos! ¡Y próspero viaje temporal!
Que sí, por si usted, querido lector, no se acordaba, aquí estoy yo para repetirlo las veces que haga falta, asi que, ¡corre a cambiar la hora, que hoy hay tiempo de sobra!
Hoy tenemos unos maravillosos 60 minutos extra para disfrutar de la incógnita que es nuestra vida (y sí, amigos, tuvo que ser un domingo, qué remedio), ¿no os parece emocionante? Lo ficticio e imposible que resulta un Delorean volando a 140 kilómetros por hora, y lo sencillo y cotidiano que es un cambio de hora... ¡Que estamos viajando en el tiempo!
Concretamente, esta madrugada de 2:00 a 3:00 (o de 3:00 a 2:00, como prefieras verlo. Cuando viajas en el tiempo, el tiempo es lo de menos) hemos estado en dos lugares distintos al mismo tiempo. A las 2:59 hemos pulsado el botón RESET de nuestra jornada y hemos vivido una hora vacía e inexistente. Nadie sabe qué ha pasado en esa hora, pero ha dejado de existir, enterrada en el infinito agujero temporal que a todos concierne. Hemos tenido la oportunidad de cambiar cualquier hecho durante una hora, amigos. Lo que haya ocurrido durante ese pequeño momento... ¿qué momento? ¡Nunca ha pasado! ¡Ni Doc ni Doctor Who lo saben!
Lamentablemente, solo se nos permite corregir y rehacer una hora de nuestra vida... aún no tenemos coches voladores ni condensadores de fluzo (y querría dedicar un pequeño inciso a Robert Zemeckis. Queda poco menos de año y medio para 2015, y este es mi tercer aviso: quiero mi aeropatín).

El quid... ese instante de vacío temporal me hace cuestionarme el tan conocido tópico tempus fugit (últimamente, visto en cualquier tatuaje de modernos), la preocupación humana por excelencia (tenemos la capacidad de razonar, tenemos la tortura de pensar). Sí, el tiempo se extiende por nosotros como el musgo por el árbol más antiguo del bosque, y son en esas horas regaladas cuando uno puede darse cuenta... Mira tú, se para el tiempo en el mundo durante 60 minutos, pero le roba 4500 latidos a nuestro corazón. La vida no es corta. Es más, es lo más grande y duradero que todos tenemos y tendremos. No vas a escapar vivo, ni tú, ni yo, ni nadie... ¡qué le haremos! Se sabía entonces y se sabe ahora, menudo misterio. La preocupación siempre estará presente, no hay nada que podamos hacer.
¿O sí? Yo no he pedido el don de razonar, ergo, no quiero la condena de la preocupación. Una cosa es consecuente de la otra, y entre ellas solo se interpone una delgada línea llamada ignorancia (delgada línea, pero extremadamente fuerte hoy en día en las personas, lamentablemente). Podríamos disfrutar de lo simple y no de lo complejo... esta ignorancia tiene su parte positiva.

Algo simple como la emoción de un viaje al pasado al cambiar los relojes de tu casa.
¡Venga! ¡Espabila! ¿Hay alguien ahí, McFly? ¿Algo de lo que te hayas arrepentido hoy? ¡Nadie sabe cuando ha ocurrido, y nunca se sabrá! Mira hacia delante, y levanta los pies del suelo de vez en cuando... La carretera de la vida siempre va recta, cojas las curvas que cojas (y rotondas, que últimamente las hay en abundancia). ¡Pues esa carretera está sobrevalorada!
¡A donde vamos no necesitamos carreteras!

¡Feliz domingo a todos! ¡Terminad el café de un trago para inyectaros uno coma veintiún gigavatios de energía! Nos vemos en el futuro retrospectivo.

Manu Riaño

No hay comentarios:

Publicar un comentario